Cuando pensamos en Andalucía, probablemente visualizamos una feria llena de colores, bailaoras de flamenco y una elegancia que flota en el aire. En este cuadro idílico, hay un protagonista que casi siempre pasa desapercibido, pero que guarda un universo en sí mismo: el abanico. Este pequeño artefacto, más allá de refrescar en los días calurosos, ha sido una extensión de la personalidad andaluza, un lenguaje no hablado, y una obra de arte con raíces multiculturales.
El origen del abanico: de Asia a Andalucía
El abanico llegó a España a través de las rutas comerciales en el siglo XV, especialmente desde Japón y China, donde ya era utilizado tanto por hombres como por mujeres. Sin embargo, en Andalucía, este objeto adquirió una vida propia: sus diseños se adaptaron al folclore local, con motivos florales, lunares y detalles que reflejan la alegría de esta tierra.
El lenguaje secreto del abanico
Durante el siglo XIX, el abanico no solo era una herramienta para sobrellevar el calor, sino una herramienta de comunicación, especialmente en un contexto social donde las mujeres no tenían tanta libertad para expresarse. Cada movimiento tenía un significado:
- Abrir y cerrar rápidamente el abanico: «Eres cruel.»
- Apoyarlo sobre el corazón: «Te amo.»
- Cubrirse los ojos con el abanico: «No quiero verte.»
- Sujetar el abanico con ambas manos: «Espérame.»
Este código, sutil y elegante, añadía un elemento casi teatral a los encuentros sociales, demostrando que el arte de comunicar sin palabras es también un arte andaluz.
El abanico como obra de arte
En PUREZZZA, queremos destacar el abanico como una verdadera pieza de arte. Hoy en día, los abanicos pintados a mano por artistas andaluces son considerados auténticas joyas culturales. Cada abanico es único, como una obra de arte que lleva consigo no solo la frescura de su funcionalidad, sino también el calor de la creatividad de su autor.